Intervenir en la vida de otro
Cuando se contemplaron las primeras fotografías de guerra tomadas en el campo de batalla ocurrió algo inquietante para un espectador que no estaba acostumbrado a ver imágenes fotográficas. Los muertos podían verse con nitidez, mientras que la imagen de los vivos aparecía difusa. puede que desde entonces, o coincidiendo con aquello, lo permanente y estático empezara a dejar de seducirnos, asumiendo que la idea del movimiento está ligada a lo vivo. Sobre esto, me resultan interesantes las reflexiones del sociólogo Zygmunt Bauman, quien nos habla de una sociedad líquida, que fluye de manera constante, cambiando continuamente de forma, en la que nada parece poder mantener su forma. Aplicando esto al arte, escribió su libro titulado Arte, ¿líquido?, en el que expone sus pensamiento sobre las representaciones artísticas interesadas por lo efímero y falto de nitidez.
El conocido fotógrafo de paisajes, creador del sistema de zonas, Ansel Adams, dijo una vez que no hay nada peor que la imagen nítida de un concepto difuso.
El artista multidisciplinar japonés Hiroshi Sugimoto, especializado en fotografía conceptual, utilizando tiempos largos de exposición, consigue fotografías en las que el tiempo toma presencia, de manera que lo vivo, lo dotado de movimiento aparece borroso, cuando no completamente ausente, mientras que todo aquello que no está provisto de vida, y se ha mantenido estático, se muestra en la fotografía con total nitidez. De esta forma, muestra la propia vida como algo efímero, y al movimiento como su principal seña de identidad.
Tomando como referencia estas ideas, me propongo a través de estas imágenes producir un acercamiento a la propuesta de trabajo que se nos ha hecho en esta asignatura, mostrando una secuencia en la que la imagen va perdiendo nitidez, dejando de esta forma espacio al tiempo dentro de ella misma, quedando suspendida la escena en él el momento que la fotografía la captó, pero mostrando al mismo tiempo como escapa de ella.
La utilización del blanco y negro acentúa esa suspensión en el tiempo, la aísla de un momento concreto, haciendo que la propia imagen resulte más atemporal. La fotografía queda como fragmento de tiempo capturado, pero al perder su nitidez, la intención es la de reconocer su incapacidad para atrapar el tiempo, más allá de un instante estático dentro de él.
De esta manera, la imagen borrosa muestra que el tiempo escapa a la propia imagen, ya que el movimiento y la transformación continua son las señas de identidad de la propia vida.
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