Mirar con ojos de máquina,para entender a las máquinas que nos miran.
La corporalidad contemporánea está delimitada por la ciencia, construida por las urbes, reducida por las masas; el cuerpo se somete a la tecnología. El cuerpo contemporáneo se opone al contacto con el otro; la resistencia casi esquizofrénica contra sí mismo lo obliga a ser una parte maldita de la condición humana que debe ser remodelada, reciclada e inmaterializada por la técnica y la ciencia para librar a la humanidad de su molesto arraigo carnal.
Por otra parte, la cultura punk y hacker hace surgir individuos y colectivos que desarrollan herramientas de empoderamiento y soberanía tecnológica. Una de estas corrientes es el biohacking. Se trata de una forma de resistencia contra un nuevo despotismo ilustrado, que controla que podemos hacer con la tecnología y que no y que es especialmente represor en relación a las tecnologías del cuerpo, electrónica húmeda, biónica, drogas, hormonas, etc. Colectivos que afirman que el control de la ciencia y la tecnología ha de subvertirse para que sea liberadora del individuo y no solo del mercado.
El riesgo de ignorar estos temas, es que se consoliden nuevas tecnologías del yo que mantengan el control de las personas a través de las máquinas imponiendo estilos de vida, o lo que lo mismo, formas de consumo. Ya no necesitamos pensar qué necesitamos, porque se nos “informa” puntualmente de ello, e incluso se nos suministra en modo de suscripción de servicios. Podemos consumir sin salir de casa, sin salir del trabajo, sin desconectarnos de la máquina, sin abandonar las tareas productivas, porque mientras trabajas la máquina consume por ti, todo lo que necesitas.
Es en esta época cuando más sometidos estamos a la evaluación y menos a la instrospección .
¿Si miramos dentro de nuestro cerebro, encontramos algo?
¿Hay ahí información útil para la máquina?
De ser así, será usada.
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